Chambord, 1939-1945

Pasados más de diez años tras la exposición temporal «Otages de guerre. Chambord 1939-1945», presentada en el castillo en 2009-2010, el Dominio Nacional de Chambord ha querido incluir en el circuito de visita, a la altura de las famosas terrazas, cuatro salas que explican cómo se incluyó en la protección de las obras maestras de los museos franceses durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias a valiosos documentos de archivo que se han ido consiguiendo a lo largo de los años, imágenes de los fondos fotográficos franceses y alemanes, dos documentales cortos y una escenografía inmersiva, estos nuevos espacios sacan a la luz la cuestión del arte en la política nazi, la protección de las obras de los museos nacionales y de algunas colecciones privadas desde su evacuación hasta su vuelta, así como, la vida cotidiana de Chambord – castillo y pueblo – hasta los dramáticos días del 21 y 22 de agosto de 1944.

Chambord, en el centro de un plan de evacuación y de protección de las obras diseñadas y coordinadas por la Dirección de Museos de Francia, ha jugado un papel esencial en la protección de las obras maestras de las colecciones francesas, desde las primeras evacuaciones de los museos parisinos, convirtiéndose en el depósito más importante.

Gracias a la devoción cotidiana de los conservadores y de los funcionarios del patrimonio, convertidos en los vigilantes de un castillo transformado en museo, tan singular como improbable (donde la Joconda está junto a La Dama y el Unicornio), miles de obras de arte atravesaron este sombrío periodo sin problemas antes de ser restituidas de manera intacta a sus respectivas instituciones. La vuelta de las obras exiliadas a Chambord comenzó en junio de 1945 y terminó a finales de 1949. Una página de historia enfocada en la entrega de la cruz de guerra al alcalde del pueblo, en 1949, en homenaje a los nueve habitantes ejecutados el 21 de agosto de 1944 por una colonia alemana de retirada que había incendiado previamente una parte del pueblo y amenazado con destruir el castillo. Una aventura humana que habría permitido, como dice el escrito de Rose Valland en Le Front de l’Art, «salvar un poco de la belleza del mundo».

Esta exposición permanente para todos los públicos, organizada en nueve temáticas con una escenografía que permite verlas por encima o profundizar gracias a los paneles bilingües (francés e inglés) tan bien ilustrados, además de centrarse en el destino de dos obras principales del Louvre, La Joconda y La Balsa de la Medusa, destaca diferentes facetas, sobre todo desconocidas, de la vida del castillo y del pueblo durante este periodo convulso, pero también hace un homenaje legítimo a todas esas personas a la sombra que, desde el director de los museos nacionales a los vigilantes que solían ser veteranos de guerra, los habitantes o los residentes, velaron por «la belleza del mundo».

Las grandes temáticas

El arte en la ideología nazi

La amenaza sobre las obras de los museos franceses procedía de las ambiciones mostradas por Hitler para obtener un imperio germánico puro: confiscar los bienes de los judíos, desmantelar los museos de arte moderno que él consideraba degenerado y construir en Linz, en su Austria natal, un museo de arte ideal a partir de piezas procedentes de Alemania y de los países ocupados.

El 18 de julio de 1937 se inauguró la Casa del Arte alemán en Múnich, con una exposición de obras maestras de la cultura germánica, y al día siguiente, se abrió una exposición consagrada al arte «degenerado» que pretendía (re)educar la mirada de los alemanes mediante el desprecio y el rechazo.

Entonces comenzó un saqueo de obras de arte, y más concretamente de colecciones judías, que se extendió a todos los territorios ocupados, permitiendo a los dignatarios del régimen nazi, pero también a los comerciantes de arte y a algunos museos del mundo entero, sacar provecho de la situación.

El plan de evacuación de urgencia

Con la victoria del partido nazi en las elecciones legislativas de 1932, la dirección de los museos nacionales anticipó el riesgo de invasión estableciendo las primeras listas de obras para evacuar. La búsqueda de residencias aisladas y amplias se concentró especialmente en el centro y en el oeste del país. Aunque Chambord se impuso a todos por su amplio volumen útil, Pierre Schommer, a cargo del lugar, manifestó sus reservas sobre la seguridad del lugar y la protección de las colecciones. Quería que el castillo se convirtiese en un centro de recepción de cajas antes de ser transferidas a lugares más adaptados.

Tras haber desempeñado un papel en la protección de las obras del Prado a principios de 1939, Jacques Jaujard, convertido en director de los museos nacionales, gestionó el traslado de las colecciones francesas y garantizó su protección durante toda la guerra, además de la coordinación con los diferentes refugios.

Fotografía de Jacques Jaujard © LAPI / Roger-Viollet

El traslado del Louvre

Con el anuncio de la firma del pacto germano soviético, el 23 de agosto de 1939, los grandes museos de Europa comenzaron con la evacuación de sus obras. En París, principalmente se querían proteger del bombardeo de la capital, por lo que las obras maestras de pintura se sacaron en la noche del 23 al 24 y el resto, a partir del 25 de agosto dependiendo de la urgencia metódicamente establecida en los años precedentes.

El embalaje y el empaquetado se realizó muy rápidamente. Los primeros camiones salieron el 28 de agosto y los últimos en diciembre. En total, 51 convoyes con las colecciones nacionales, las colecciones de los museos parisinos y de particulares, salieron del Louvre hacia once depósitos seleccionados: Chambord, punto de clasificación, fue la primera parada.

Las 5446 cajas que optaron por el exilio representaron más de 6000 m3.

Fotografía © Archivos nacionales

Chambord, depósito a su pesar

A medida que se iba extiendo la zona ocupada y que se iban evacuando nuevos museos, el número de obras en el exilio se intensificaba, multiplicando los refugios. Al conservar las 2000 cajas de las que disponía en 1940, en un principio destinadas a otros lugares más modestos y discretos, Chambord pasó de ser un punto de clasificación a un depósito en sí. Con la llegada de obras adicionales, el castillo se convirtió en el más coherente de todos, reuniendo unos 4000 m3 de cajas en junio de 1944.

En cuanto a Pierre Schommer, responsable de las colecciones, desarrolló un pequeño equipo de conservadores procedentes de los museos nacionales. Estos, ayudados por los vigilantes, se ocuparon de todas las obras: apertura de las cajas, inventarios, estudios, mantenimiento, restauración… Entre ellos, Lucie Mazauric, que fue testigo de la motivación inquebrantable de estos científicos convertidos en nómadas por la causa: «Afortunadamente, un mismo frenesí de actividad nos incautó a todos. Este no nos hizo olvidarnos de la guerra, pero fue nuestro opio».

Fotografías © Gonzague Dreux / Collection Dreux

Los vigilantes del tesoro

Como deber del Estado hacia los veteranos de guerra, los museos franceses reservaron parte de sus puestos de vigilantes para antiguos soldados. Estos estaban encargados de la vigilancia de diferentes depósitos, pero la condición física de algunos afectaba directamente a la buena realización del trabajo que les esperaba en Chambord. A pesar de todo, Pierre Schommer logró, a base de ejercicios contra el incendio y gracias a un buen material, formar un equipo de trabajo.

Los vuelos aéreos se intensificaron a partir de 1944 e inquietaron al jefe del depósito: el 22 de junio, el castillo consiguió librarse de la catástrofe que supuso el accidente de un avión americano en los jardines: «Cayó en las terrazas, pero podría haber sido en Chambord» escribió Pierre Schommer al día siguiente del accidente.

La guerra se eternizó y a pesar de los esfuerzos del jefe del depósito, las dificultades para calentar y alimentar seguían estando muy presentes dado que los inviernos en Sologne eran muy rigurosos.

Fotografía © Archivos nacionales

La relación del ocupante con las obras: entre protección y avaricia

En junio de 1940, el director de los museos nacionales proporcionó la carta de los depósitos al ocupante, con la lista de su contenido: imaginó, con razón, que las cajas estarían mucho mejor protegidas por las autoridades alemanas que estaban esperando el final del conflicto para hacerse con ellas.

El conde Wolff-Metternich, director de la comisión alemana encargada de proteger el patrimonio francés (Kunstschutz), e interlocutor privilegiado de Jacques Jaujard, fue la conexión eficaz para la gran avaricia de los dignatarios nazis por las colecciones nacionales.

En cambio, los bienes que pertenecían a los judíos fueron sistemáticamente saqueados, sin oposición del gobierno de Vichy, antes de enviarse al museo parisino de Jeu de Paume donde se clasificaban antes de su destrucción, venta o salida para Alemania. Esto se hizo incluso con obras que sus propietarios judíos dejaron bajo la protección de los museos nacionales y que llegaron a los depósitos. A pesar de una gran oposición, Jacques Jaujard no consiguió impedir su entrada en 1941 en los castillos de Sourche, Chambord y Brissac.

La liberación de las obras

La apertura del Louvre durante el verano de 1945, aunque parcial, marcó el fin de una larga y loca aventura para los conservadores que pasaron toda la guerra exiliados junto a las obras para así garantizar su protección. Chambord abrió de nuevo sus puertas al público el 13 de abril de 1946, aunque solo contaba con la colección de maquetas.

Gracias a los inventarios clandestinos del museo de Jeu de Paume, convertido en almacén de los saqueos de la ERR* durante la guerra, Rose Valland ayudó a la armada americana y sus famosos Monuments men a recuperar las obras robadas por los nazis a los judíos de Francia y que estaban escondidas en Alemania y en Austria. De las 60 000 obras encontradas, aún quedan hoy en día unas 2000 esperando su devolución porque sus propietarios o derechohabientes aún no han sido identificados. Por el momento, han integrado las colecciones de los museos nacionales en los que se exponen regularmente para facilitar las posibles reclamaciones.

La delicada cuestión de las adquisiciones realizadas por los museos durante el conflicto sigue de actualidad, tanto en Francia como en otros lugares.

*Comisión encargada de la confiscación de los bienes judíos de la Europa ocupada

Fotografía © Pierre Jahan /Roger-Viollet

Chambord en la resistencia

En 1943, en Chambord, la Resistencia adoptó varias formas: la constitución de una pequeña red encargada de organizar los lanzamientos en paracaídas en los alrededores del pueblo, la acogida de numerosos refractarios al STO, bajo la responsabilidad de Eaux et Forêts, que aumentaron el efectivo de los trabajadores forestales y de integración de las FFI.

Al final de la guerra, los días 21 y 22 de agosto de 1944, los habitantes de Chambord vivieron la gran violencia que cinco años más tarde sería reconocida con la entrega de la cruz de guerra. Una colonia de la Wehrmacht, interceptada por las FFI y miembros de la Resistencia mientras el pueblo celebraba la Liberación, consiguió escapar por un camino hasta el castillo, pero dejó a dos muertos en sus filas. Su responsable, el comandante Leye, consideró tener que vengar estas muertes, quemando una parte del pueblo y fusilando a cuatro rehenes. Tras una minuciosa investigación, se concluyó que algún «terrorista» disparó sobre sus soldados desde el castillo, protegiendo el monumento y sus obras. Estos trágicos días se saldaron con otras cinco víctimas de Chambord (dos en el parque y tres en la localidad vecina).

Fotografía © Archivo nacionales

En el pueblo, la vida continúa

Hasta el momento de la Liberación, la vida en Chambord se desarrolló sin sobresaltos a pesar de la presencia de una guarnición alemana de junio de 1940 a febrero de 1941. Los doce guardas forestales del dominio vigilaban el parque y su caza luchaba contra una caza furtiva y un mercado negro que iba en aumento. Estos estaban acompañados de un alemán, alojado en el Hôtel Saint-Michel, y encargado de abastecer de cérvidos a las tropas de la región.

Aislamiento y penuria son los dos males que tuvieron que vivir los habitantes, a pesar de que las granjas del dominio proporcionaban lo esencial. Aunque la visita del castillo se prohibió a partir de septiembre de 1939, los turistas asistían cada año a partir de Semana Santa con la esperanza de poder entrar, para disgusto de Pierre Schommer. Fueron muchos los soldados alemanes, que contando con un permiso, venían para descubrir este lugar y realizar una visita.

Información práctica

Fechas y horario: todos los días – mismo horario que el castillo.

Lugar de recepción: a la altura de las terrazas del castillo

Precio: acceso incluido con la entrada del Castillo de Chambord: de 12 a 14,50 € (gratis para los menores de 26 años y los ciudadanos de la UE)

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